Población juvenil


La adolescencia es una etapa vital compleja y, si bien los problemas psicológicos pueden surgir en cualquier etapa del desarrollo, es importante tener presente que es aquí donde empiezan a adquirir más protagonismo los procesos de identificación y donde previsiblemente se va consolidando la identidad en su sentido amplio, lo cual, en algunos casos, puede acusar problemas psicológicos latentes o propiciar que aparezcan nuevos.

Las exigencias propias de las formas culturalmente aceptadas, normativas, de relacionarse y, en un sentido general, de estar en el mundo, de presentarse en el mundo, son muchas veces motivo de malestar; y, aunque el malestar no es por sí un problema psicológico, cuando este es mantenido y cronificado es cuando pueden acabar por instaurarse dinámicas relacionales problemáticas para el individuo que resultan en un deterioro importante de su salud psicológica e incluso física.

Problemas de autoimagen o dismorfia, un estado de ánimo deprimido, ansiedad generalizada a diferentes contextos sociales, problemas de agresividad o irascibilidad, del control de impulsos o de consumo de sustancias… Lejos de ser categorías clínicas estancas, estas problemáticas muchas veces se entrelazan y retroalimentan y, cuando no se actúa, se agravan y cronifican.

Es necesario, no obstante, recalcar que ninguna de estas problemáticas radica en el organismo del individuo, sino que se trata de formas aprendidas de relacionarse con los diferentes contextos que lo han rodeado a lo largo de su desarrollo. Por tanto, una tarea primordial es la despatologización: para devolver la autonomía a la persona, es vital que tanto ella como su entorno inmediato entiendan que el cambio es posible.