Estado de ánimo, afectividad, personalidad, identidad

A lo largo del día, cada persona atraviesa un gran abanico de emociones. Hay días que una de esas emociones pareciera robar el protagonismo a las restantes y, así, nos solemos contar a nosotres mismes y a las personas que nos acompañan cosas como «hoy estoy triste» o «menuda semana de nervios he pasado hasta que por fin terminé el examen».

Todes sabemos que el día a día puede conllevar afrontar distintas situaciones que llegan a resultar desagradables, provocándonos una carga emocional que nos sobrepasa.

Pero ¿qué ocurre cuando empezamos a ser conscientes de que van pasando los días, incluso los meses, y pareciera que el malestar se ha apoderado de nosotres sin apenas darnos tregua?; ¿qué pasa cuando nos descubrimos dejando de hacer cosas que consideramos importantes, deseables, agradables?; ¿qué ocurre cuando, por contra, nos percatamos de estar realizando muchas otras actividades que nos hacen sentir estrés?; ¿qué pasa si no puedo dormir y mi cansancio va acumulándose día tras día?; ¿por qué de pronto siento enfado y echo a llorar sin encontrar motivo aparente?; ¿por qué estoy irascible la mayoría de tiempo?; ¿por qué no salgo de casa?; ¿qué me está ocurriendo que no me reconozco en mis acciones?; ¿qué temo contarle a los demás?, ¿es que también estoy temiendo contármelo a mí misme?; ¿qué hago con esta sensación de vacío que lo invade todo?

A veces, tratamos de respondernos a nosotres mismes de una forma fácil y rápida cosas como «soy una persona depresiva» o «tengo una personalidad dependiente», respuestas estas que en el momento nos pueden satisfacer, pero, pasado un tiempo, nos damos cuenta de que realmente no nos están sirviendo para entender por qué nos comportamos de la forma en que lo hacemos, por qué sentimos lo que sentimos. Por cultura popular y por la sobrepatologización social que impera en nuestros tiempos, tendemos a dar respuestas tautológicas a nuestro comportamiento, describiéndonos incluso a través de etiquetas psicodiagnósticas («es que soy bipolar», «soy así porque tengo TLP») que parecieran dejarnos sin control sobre nuestras propias acciones. Sin embargo, la personalidad no es la causa de la conducta. No nos comportamos de tal o cual modo por tener una personalidad tímida, narcisista, depresiva o antisocial, sino que es más bien al revés: decimos que tenemos tal o cual personalidad porque así etiquetamos el conjunto de conductas que desplegamos.

La palabra «personalidad» hace referencia a conjuntos o repertorios de conductas que han sido moldeados por el entorno y están principalmente bajo su control. Esto implica que «la personalidad» no enferma. No hay tal cosa como «trastornos de la personalidad». Los así llamados trastornos de la personalidad, como los del estado de ánimo, son conjuntos de conductas, formas de responder a nuestro entorno que hemos aprendido en un contexto histórico-político-cultural y que pueden ser más o menos perjudiciales o problemáticas para el individuo y/o para las demás personas de su alrededor.

No existe una respuesta maestra a todo este tipo de cuestiones, pero, si te has reconocido haciéndote algunos de estos planteamientos en varias ocasiones y te genera malestar intenso y persistente, el equipo de profesionales de Radical Psicología puede generar el contexto que necesitas para empezar a buscar aquellas soluciones que en ocasiones resulta complicado poder encontrar en otros espacios.