
El trauma es un fenómeno personal, y hablar sobre trauma es siempre delicado. Conviene empezar desterrando algunos mitos que han calado en la cultura popular y que se han perpetuado gracias al (o, mejor dicho, por culpa del) cine, sobre todo, pero también (y lo que entraña aún mayor peligro) debido a la proliferación de pseudociencias como el psicoanálisis: no existe el trauma «reprimido», lo que caracteriza al hecho traumático es justamente la aparente imposibilidad que experimenta la persona de dejar de revivirlo, de sufrirlo.
Por esto, no hay eventos traumáticos en sí mismos, sino eventos que una persona, por su historia de vida y la relación particular que ha establecido con ellos, experimenta como traumáticos. Ejemplos de esto son los duelos por las muertes de seres queridos, las catástrofes, las enfermedades, etc. Sabemos que cada persona se relaciona de manera diferente con estos eventos y que el sufrimiento que producen es muy variable.
Este hecho, lejos de servir para desacreditar dicho sufrimiento, lo que nos permite es justamente lo contrario, validarlo incondicionalmente. Y también buscar estrategias adecuadas a la persona para su afrontamiento, pues no se afronta el trauma como evento universal, ajeno al sujeto, sino que se pone el foco en el fenómeno relacional.
El sufrimiento causado por la experiencia traumática, cuando persiste en el tiempo y crece en intensidad, puede resultar gravemente incapacitante para la persona que lo padece y llevarla a desarrollar toda una serie estrategias comportamentales conducentes al alivio inmediato de ese dolor. Dependiendo de la edad o momento vital de la persona y del grado de afectación del evento traumático, podemos encontrar problemas muy distintos. Entre los más comunes se encuentran las conductas sexuales de riesgo, el uso abusivo de drogas, las conductas autolesivas y/o antisociales, la ideación suicida, etc.
La disociación, como también la desrealización, son fenómenos frecuentemente asociados al hecho traumático, pero no exclusivos de él. La persona que disocia o se desrealiza pareciera vaciarse de voluntad, no estar en el sitio en que está, o estar como una espectadora a la que la realidad no puede tocar ni dañar. Lejos de la idea pseudocientífica de los mecanismos defensivos freudianos que proponen un inconsciente y un «yo» escindido, entendemos estas conductas como respuestas adaptativas que tienen, como todo comportamiento emitido, unos detonantes o antecedentes y unas consecuencias, y es esta relación funcional la que nos permite su entendimiento y también la intervención adecuada para propiciar el cambio deseado.
Si bien no están necesariamente relacionados con el trauma, tampoco son especialmente infrecuentes tras eventos traumáticos síntomas como alucinaciones o pensamientos delirantes. Hoy sabemos que el término «esquizofrenia» poco nos ayuda en la comprensión de las problemáticas reales de la persona con (o sin) diagnóstico, y que hablar de «espectro psicótico» nos permite entender mejor la variabilidad de estos fenómenos. La persona que experimenta alguno de estos eventos puede sentirse atemorizada, con miedo de contarlo por el posible estigma social y, también, con miedo de que esas cosas (voces, imágenes…) que percibe se «apoderen» de ella. La idea popular de la «locura» se personaliza en estos casos.
Dejando a un lado la carga cultural que pesa sobre estas etiquetas diagnósticas, la idea cuasi mitológica que se tiene socialmente de estas problemáticas, la realidad es que no son sustancialmente diferentes de cualquier otro problema psicológico. Esto, lejos de quitarle importancia al sufrimiento que conlleva para la persona y para su entorno, tiene que servir para despatologizar y aliviar, para entender que no estamos ante situaciones inevitablemente crónicas y sin remedio, sino que se trata de formas de relacionarse con su contexto (incluyendo en «contexto» sus propios pensamientos, sentimientos y sensaciones) que la persona ha ido adquiriendo a través de sus vivencias.
El equipo de Radical Psicología cuenta con formación específica y con experiencia práctica en el manejo de esta clase de problemáticas y está comprometido con un abordaje científico y sensible.
